Ese protagonismo social, esa participación de las masas en los asuntos que le
conciernen y en el proceso de su liberación, es esencial e ineludible. Y es lo
que está faltando en la actual crisis política, social y económica de nuestro
país. No puede existir completa inmovilidad de la situación social: si no hay
movilización hay desmovilización. La pervivencia del felipismo con su
secuela de corrupción, fraude y deterioro institucional así como ineficacia de
la administración, quebranto económico y desertización industrial, es clara
expresión de la profundidad de un proceso regresivo de gravísimas conse-
cuencias. El capitalismo neoliberal está liquidando las conquistas sociales y
los derechos laborales conseguidos por la lucha proletaria de más de un siglo
y medio. Los derechos políticos del sistema democrático están quedando en
mero formalismo por la transferencia de la soberanía nacional a entes econó-
micos supranacionales que escapan al control de la ciudadanía.
L
a corrupción político
-
ad
m
inistrativa del partido gobernante y sus socios polí-
ticos, las prácticas de terrorismo de Estado, los escándalos del Ministerio del
Interior, el uso indebido de los fondos reservados, las turbias conexiones del
aparato felipista con el entorno de
M
ario
C
onde y otras
m
afias, la actitud entre-
guista del Gobierno de Felipe González en cuestiones vitales para la economía
española y la defensa de la industria, el sector pesquero, la agricultura..., la
falta de transparencia en la gestión gubernamental y la oposición del partido
felipista a que se investiguen las responsabilidades políticas por crímenes
evidentemente consentidos e incluso organizados desde el poder... todo eso
debiera ser como aldabonazos que despertasen la conciencia popular y nos
advirtiesen que bastantes cosas huelen a podrido en nuestro país.
Son casos y actitudes del Gobierno y del partido felipista de los que podría de-
cirse que claman al cielo. Pero ese clamor no tiene mucho eco en nuestro pue-
blo. Una encuesta reciente revela que en la intención de voto de los españoles
el partido de Felipe González sigue conservando un alto grado de apoyo popu-
lar, y la figura de ese dirigente, a pesar de todo, sigue siendo de las más valo-
radas políticamente. Si, la corrupción, los delitos, la ineficacia y el cinismo del
equipo gobernante claman al cielo, pero una piedra no se inmuta por todo eso
pues carece de sensibilidad para ello. De alguna manera, una parte considera-
ble del colectivo social de nuestro país es tan insensible como una piedra ante
casos tan escandalosos como los que deshonran al equipo de Felipe González.
Tal tolerancia social a semejante pandilla de sinvergüenzas sería totalmente
inconcebible en una democracia más desarrollada y donde una larga tradición
de ejercicio de las libertades públicas generaron en la población un sentí-
miento de respeto hacia su propia dignidad.